Yule, o el Solsticio de Invierno, se celebra el 21 de diciembre, es el día más corto y la noche más oscura y larga del año en el hemisferio norte.
Marca el lugar en la Rueda donde el sol, que se hundió en el espacio oscuro del útero durante Samhain, renace. Después de este punto, veremos un aumento gradual en la luz cada día hasta que llegue a su punto máximo en el Solsticio de Verano y comience su giro hacia la oscuridad una vez más.
El solsticio de invierno es el momento en que la Diosa da a luz al «sol», renaciendo de la oscuridad. Durante tres días el Sol se mantendrá en la misma posición…habrá mucha oscuridad, y después del tercer día resucitará la Luz.
Yule nos enseña la danza infinita de los opuestos. Es una danza cósmica entre la luz y la oscuridad, la sinergia y la quietud, la expansión y la contracción, la vida y la muerte.
Es un ciclo para soltar y de intimar con nosotras mismas para conscientemente gestar hacia donde queremos ir. Emprendemos como guerreras místicas un viaje nuevo en este invierno y son momentos de tejer y de soñar nuestras vidas. Después de nuestra práctica consciente en el otoño de abrazar las sombras, ahora emprendemos este viaje con aquello que realmente necesitamos y queremos.
La oscuridad es una maestra poderosa. Nos rodea desde fuera; burbujea desde dentro, recordándonos todo lo que hemos perdido, todo lo que nos falta, todo lo que hemos logrado, todo lo que hemos sufrido, todo lo que hemos disfrutado. Yule trae con sus misterios una maravillosa oportunidad para reconocer que vivir en ciclos es nuestro estado natural. En esta oscuridad, nuestras almas, corazones y mentes se convierten en suelo fértil para que nuestra gracia florezca y renazcamos. Los místicos han sabido esto todo el tiempo. A través de las tradiciones, a través del tiempo, a través de las culturas hay un hilo común que une a aquellos que buscan a la Diosa – Dios – Divinidad de esta manera: un reconocimiento del poder de esta oscuridad espiritual para enredar, atrapar y, finalmente, arrastrar uno hacia el abrazo de la luz. Cada invierno se nos da una poderosa oportunidad para ir hacia dentro y ver lo que realmente está detrás de las máscaras que tan hábilmente usamos para los demás y para nosotras mismas.