Las primeras mujeres y hombres que habitaron el planeta adoraban a una divinidad femenina. Ella era la Madre Tierra, de la cual nacían y quien les proporcionaba alimento y abrigo y a la cual volvían cuando, en su aspecto de «Madre Terrible», los llamaba a regresar a su vientre oscuro. Ella era también el Sol, la Luna y las estrellas: Venus, Inanna, Isis… La Diosa de los Mil nombres. La Madre de Todo lo Viviente. Principio,  fin y principio nuevamente.   

Antiguamente, las mujeres (madres, amigas, abuelas, nietas, hermanas, tías…) se reunían para compartir en la intimidad todo tipo de experiencias vitales, alegrías y penas, ilusiones y miedos, conocimientos y aprendizajes. Estos círculos sagrados estaban cargados de complicidad, hermandad, amor, intuición y creatividad, y ayudaban a sanar y potenciar la energía creativa de la tierra y a que la mujer viviera en una continua energía de receptividad, apertura y dulzura. Dentro de cada mujer vive una poderosa fuerza esperando despertar conectándonos con nuestra esencia más profunda, sanando las heridas desde lo más oculto y descubriendo las capacidades mágicas hasta el renacer de la Diosa que habita en nosotras.     

Practicamos cantos, danzas, meditaciones, mudras, mantras, posiciones de yoga, kriyas, conexiones de luz, manualidades relacionadas, visualizaciones, oraciones, arquetipos mitológicos, aprendemos de las diosas antiguas, construimos nuestro Templo de Luz y Magia de la Tierra.

La Magia es tan natural como la tierra, el fuego, el agua y el aire. La magia natural, combinando los poderes de la naturaleza, con los poderes de nuestros cuerpos y nuestras mentes, ha sido siempre parte de la experiencia humana. Los magos y magas naturales trabajan con la energía de la tierra, para transformarse a sí mismos y a sus vidas. Cuando practicamos la magia natural y positiva, nos armonizamos con la tierra y el planeta, visualizando un futuro mejor para ambos.